Máxima excelencia en todos los aspectos. Mi última bici tenía bocina, retrovisor y luz de dínamo. Su marca GAC y su origen regalo de mi primera Comunión. Desde entonces nada de montar en bicicleta. Con más de 45 años y esa falta de experiencia, llegue a la tienda con tanta ilusión como miedo a subirme en unas máquinas con una calidad muy superior a mis recuerdos de infancia. Era como pasar del triciclo al Ferrari. La paciencia demostrada por Esther, sus explicaciones y el equipo profesional y humano que forma junto a su hermano, sin olvidar al técnico Jorge, me permitieron dar mis primeras pedaladas en la propia tienda. Risas y miedos, sensaciones olvidadas al sentarme en el sillín, sin que la supervisión y atención de Esther se viera mermada. No es sólo los productos con los que trabajan, es la parte humana y la empatía que demuestran sus sueños. Esto último no tiene precio y sólo es posible si tienen pasión por la bicicleta y por el servicio al cliente.